EL ÉXITO DE STRANGER THINGS

Stranger Things, la serie revelación del 2016. Hoy me gustaría dedicar un post a analizar su éxito.

La serie ha conseguido llamar la atención de un público muy variado. Me recuerda en ese sentido a Los Simpson. La familia de Springfield conquista a los más pequeños que se divierten viendo a unos personajes amarillos caerse, eructar y a veces estrangularse los unos a los otros. También capta a una audiencia más adulta que disfruta de una sátira de la sociedad estadounidense. Y por último están los espectadores capaces de pillar las infinitas referencias a películas, videojuegos, música e incluso otras series de televisión.

El fenómeno de Netfix ha logrado despertar la nostalgia de una generación entera. Los Goonies, El resplandor, E.T., Pesadilla en Elm Street, Cuenta conmigo y Exploradores han servido de influencia. Los niños usan walkie-talkies, juegan a Dungeons and Dragons y se desplazan en bicicleta. The Clash, Toto, The Bangles, New Order y Foreigner componen la banda sonara. En fin, se respiran los años ochenta. Y la generación cuya infancia transcurrió en esa época ha sabido apreciarlo.

Sin embargo también ha sido un éxito entre la juventud. Yo soy del 98 y puedo asegurar que las Historias de Instagram y Snapchat pasaron varios meses colapsadas de fotogramas de la serie. Supongo que sí habrá jóvenes que conocen algunos de los grupos de música mencionados en el párrafo anterior. ¿Y quién no ha visto E.T.?

Pero mi generación no vivió aquella década. Nacimos a finales de siglo o principios del XXI. Quizás dentro de treinta años veamos una serie donde los niños juegan al GTA San Andreas y se comunican por Windows Messenger. Entonces hablaremos de nostalgia.

¿Cómo ha atrapado Netflix al público más joven?

Sin lugar a dudas un factor importantísimo es la alta calidad del programa. Pero existen muchas series alabadas por la crítica e ignoradas por el público. Y desgraciadamente Stranger Things no tuvo la suerte de Pablo Escobar con la campaña de marketing. Bueno, perdonaremos a los directivos de Netflix. No iban a ignorar un Plata o Plomo.

En mi opinión lo que consigue enganchar es el gran esfuerzo que los hermanos Duffer (guionistas) han hecho a la hora de desarrollar los personajes. Nos encariñamos inmediatamente de los cinco chicos. Vivimos el agobio de  la madre Byers interpretada por la gran Winona Ryder. Compartimos la depresión del sheriff Jim Hopper. Y por supuesto elegimos bando en el triángulo amoroso que involucra a Nancy Wheeler, Jonathan Byers y Steve Harrington. En fin, todos los personajes están cuidados al detalle.

Y ahora creo que me voy a contradecir. La nostalgia también juega un factor importante para mi generación. Las aventuras que viven los chicos en la ciudad de Hawkins nos devuelve a la infancia. Aunque probablemente ninguno de nosotros haya luchado contra una organización secreta del gobierno. ¡Ni contra un monstruo gigante!

En los ochenta los niños se juntaban para jugar a Dungeons and Dragons y nosotros nos juntábamos para jugar al Pro Evolution Soccer. O quizás al FIFA si naciste en el siglo XXI y tu primera consola fue una PS3.

Ahora toca esperar hasta verano para ver si la segunda temporada mantiene el nivel.

¿Sobrevivió Barbara? ¿Murió realmente el Demogorgon?  ¿Volveremos a ver a Eleven?

¡Stranger Things have happened!

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LA HORA DE JOSÉ MARTÍNEZ

«Con poco pelo y cara de emoticono de enfado, el todopoderoso director Lugardo tenía un carácter un poco desafortunado. No sabía controlar sus exabruptos a tal extremo que si no respondías exactamente como él quería incurría en gastos innecesarios para el centro. Digo esto porque su ira en ocasiones destrozó varias mesas e incluso un radiador. Pero bueno, eso ya desenlaza en otra historia. Quizás en el futuro decida compartirla. »

Si no me equivoco así dejé la historia anterior. ¡En el despacho del director! Y describiendo su habitual temperamento. Perdonadme si os interesaba conocer cómo pudo llegar a destrozar un radiador.  Hoy había preparado otra historia. Pero no os preocupéis. Tiene un desenlace similar.

Creo que toca introducir a un nuevo personaje; José Martínez. José también pertenecía al grupo «Ley del mínimo esfuerzo». Sin embargo, él tenía argumentos en su defensa. Padecía el trastorno por déficit de atención, comúnmente conocido como hiperactividad. Desgraciadamente las patillas que tomaba no lo hacían inmune a los castigos de los profesores.

Probablemente influenciado por algún programa de televisión llegó una mañana con la idea de montar un show para el recreo. Quería que yo me uniese y debo admitir que tardé en firmar. Él era la mente creativa y no compartía detalles.

– Mañana tráete todos los calzoncillos que tengas – fue lo único que me dijo el día antes.

Dejando fuera los que tenían dibujos de Spider-Man decidí hacerle caso. Diez en total.

José tenía una idea muy clara. Sorprender al público haciéndole creer que estábamos chiflados del todo y que nos íbamos a desnudar. Por supuesto solo fueron 9 los que bajaron.

Si hubiera sido una serie de televisión, el éxito de aquel piloto confirmaría un mínimo de cinco temporadas más pero, desafortunadamente, fue el primer y último «capítulo».

-¡Al despacho del director!

Nos subimos los pantalones y acompañamos al profesor Paco al despacho de Lugardo donde sus exabruptos tuvieron el protagonismo esperado. En esta ocasión descubrimos que, como todo ser humano, también tiene sentimientos.

-¡Sois unos PAYASOS sin gracia! No sé cómo os aguantan vuestros padres, en serio…me irritáis…

Necesitaba relajarse. Si no pronto se quedaría afónico.

-Mi sueldo debería triplicarse mientras vosotros estéis aquí. ¡DESGRACIADOS! Os juro que por muy poco que os esforcéis en pasar a 2º no vais a repetir ¡No os aguanto ni un año más!

Decidió emplear su funcional fórmula de emergencia para ocasiones como ésta; destrozar algo. Sin pensar en las consecuencias, el primer objeto a su alcance fue el elegido para poner fin a su ira. Un boli Pilot.

Sobre la marcha pudimos comprobar un cambio. Necesitaría repasar la lista de emoticones para asociarle uno nuevo. Parecía menos tenso. Normalmente, el resultado de: «Objeto a despedazar (una constante universal, no influye su masa) + fuerza de lanzamiento (medido en Newtons) = Relax» reduce suficientemente su enfado. Sin embargo, aquel día parecía demasiado afectado.

-Ese bolígrafo lleva conmigo desde que soy director. Lo compré en un viaje a Roma. Ahora descansa en el suelo fragmentado en 1000 pedacitos. Destrozado.

Don Lugardo se sentó y se quedó contemplando el celeste durante unos minutos. Creo que comenzábamos a preferir a su versión malhumorada.

-Podéis iros. ¡Espero no tener que veros hasta la semana que viene!

-Por supuesto Don Lugardo.

-Lo intentaremos Don Lugardo.

Aquel día descubrimos que el director también escondía un lado más sentimental. Al menos con sus bolígrafos.

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¡Por cierto! Antes de que se me olvide. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia   🙂

Os dejo la historia anterior:

¡AL DESPACHO DEL DIRECTOR! 

¡AL DESPACHO DEL DIRECTOR!

Recuerdo perfectamente mi primer día en el edificio grande del colegio. Iniciaba una nueva etapa después de Infantil; La Educación Primaria. Un tal 12 de septiembre, el día del año menos deseado por todos los niños españoles, comenzaba lloviendo el nuevo curso.

Padres acompañaban a sus hijos a la presentación que con suerte, tanto para los profesionales de la enseñanza como para la familia, sería su primer y único encuentro hasta el próximo mes de Junio. A mis padres les quedaba poco tiempo para disfrutar de aquella tregua. A partir de 2º de primaria ya habrían asimilado las frecuentes llamadas invitándolos al centro.

Creo que uno de mis primeros pensamientos esa mañana fue el reencuentro con mis amigos de Infantil, hecho que sí sucedió al par de horas acompañado de la grata sorpresa que todos habían caído en el otro grupo. Sin embargo, la mayor sorpresa fue la seria charla de introducción.

– Espero que sepáis que divertirse en la escuela ya ha llegado a su fin. Ya sois mayores. Estáis aquí para estudiar. Y nosotros estamos aquí para guiaros hacia vuestra próxima etapa; la ESO. Allí os prepararán para el Bachillerato donde os orientarán hacia la universidad. En la facultad os proporcionarán los conocimientos para que hagáis un Máster, y así si tenéis suerte algún día quizás ocuparéis mi puesto de trabajo y daréis charlas como esta a futuras generaciones.

Al poco tiempo tuve el placer de incorporarme al popular grupo de estudiantes »Ley del mínimo esfuerzo». Vale. Lo admito. Soy un poco flojo. Sin embargo, ahora que estamos en 2017, en mi defensa diré que también existe un YO responsable que se curra los trabajos de clase. Solo que rara vez se deja ver.

Un ejemplo. ¡Vaya ser que no me creáis!

A ver si recuerdo alguno… Un momento…  … …

Si no me equivoco la primera vez que el YO trabajador se presentó fue en Plástica.

– Chicos, tenéis una semana para realizar un trabajo manual con cartones, plásticos, pinturas… Que sea original. ¡No me plagiéis uno de Art Attack! ¿Estamos o no estamos?

El cementerio de la ciudad separa mi barrio del colegio. Todos los días contemplaba los copos de cipreses al menos dos veces.  Quizás aquellos fuesen la inspiración a mi proyecto.

Aun dedicándole varias horas al día me llevó casi el plazo entero. Pero definitivamente mereció la pena. Tenía muchísimas ganas de enseñárselo al profesor y a toda la clase. Les iba a encantar. O al menos eso pensaba en el momento. Sin embargo todavía faltaba el detalle definitivo. El que me conseguiría bastante fama entre los alumnos.  El que me haría acabar en el despacho del director ¿Qué nombres pondría en las lápidas?

¡SI! EFECTIVAMENTE. Mi trabajo era un cementerio en miniatura. Finalmente, como no podía ser de otra forma,  los profesores tuvieron el honor de aparecer mencionados en el proyecto.

Al día siguiente, cuando por fin pude revelar mi obra, la recepción entre los compañeros fue enorme. Acabó siendo como uno de los fenómenos virales tan típicos de esta segunda década del siglo XXI, como el Ice Bucket Challenge o el irrepetible Harlem Shake. Todos empezaron a construir sus propios cementerios y los cadáveres de los maestros viajaban de fosa en fosa.  Le faltó tener su propio hashtag en Twitter, pero claro, la red social del pajarito no existía entonces.  El profesor, en cambio,  no parecía mostrar el mismo entusiasmo que mis compañeros. – ¡Al despacho del director!  Y no es para recoger ningún premio.

Con poco pelo y cara de emoticono de enfado, el todopoderoso director Lugardo tenía un carácter un poco desafortunado. No sabía controlar sus exabruptos a tal extremo que si no respondías exactamente como él quería incurría en gastos innecesarios para el centro. Digo esto porque su ira en ocasiones destrozó varias mesas e incluso un radiador. Pero bueno, eso ya desenlaza en otras historias. Quizás en un futuro decida compartirlas.

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¡Por cierto! Antes de que se me olvide. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia  🙂

Próxima historia:

LA HORA DE JOSÉ MARTÍNEZ