«Con poco pelo y cara de emoticono de enfado, el todopoderoso director Lugardo tenía un carácter un poco desafortunado. No sabía controlar sus exabruptos a tal extremo que si no respondías exactamente como él quería incurría en gastos innecesarios para el centro. Digo esto porque su ira en ocasiones destrozó varias mesas e incluso un radiador. Pero bueno, eso ya desenlaza en otra historia. Quizás en el futuro decida compartirla. »
Si no me equivoco así dejé la historia anterior. ¡En el despacho del director! Y describiendo su habitual temperamento. Perdonadme si os interesaba conocer cómo pudo llegar a destrozar un radiador. Hoy había preparado otra historia. Pero no os preocupéis. Tiene un desenlace similar.
Creo que toca introducir a un nuevo personaje; José Martínez. José también pertenecía al grupo «Ley del mínimo esfuerzo». Sin embargo, él tenía argumentos en su defensa. Padecía el trastorno por déficit de atención, comúnmente conocido como hiperactividad. Desgraciadamente las patillas que tomaba no lo hacían inmune a los castigos de los profesores.
Probablemente influenciado por algún programa de televisión llegó una mañana con la idea de montar un show para el recreo. Quería que yo me uniese y debo admitir que tardé en firmar. Él era la mente creativa y no compartía detalles.
– Mañana tráete todos los calzoncillos que tengas – fue lo único que me dijo el día antes.
Dejando fuera los que tenían dibujos de Spider-Man decidí hacerle caso. Diez en total.
José tenía una idea muy clara. Sorprender al público haciéndole creer que estábamos chiflados del todo y que nos íbamos a desnudar. Por supuesto solo fueron 9 los que bajaron.
Si hubiera sido una serie de televisión, el éxito de aquel piloto confirmaría un mínimo de cinco temporadas más pero, desafortunadamente, fue el primer y último «capítulo».
-¡Al despacho del director!
Nos subimos los pantalones y acompañamos al profesor Paco al despacho de Lugardo donde sus exabruptos tuvieron el protagonismo esperado. En esta ocasión descubrimos que, como todo ser humano, también tiene sentimientos.
-¡Sois unos PAYASOS sin gracia! No sé cómo os aguantan vuestros padres, en serio…me irritáis…
Necesitaba relajarse. Si no pronto se quedaría afónico.
-Mi sueldo debería triplicarse mientras vosotros estéis aquí. ¡DESGRACIADOS! Os juro que por muy poco que os esforcéis en pasar a 2º no vais a repetir ¡No os aguanto ni un año más!
Decidió emplear su funcional fórmula de emergencia para ocasiones como ésta; destrozar algo. Sin pensar en las consecuencias, el primer objeto a su alcance fue el elegido para poner fin a su ira. Un boli Pilot.
Sobre la marcha pudimos comprobar un cambio. Necesitaría repasar la lista de emoticones para asociarle uno nuevo. Parecía menos tenso. Normalmente, el resultado de: «Objeto a despedazar (una constante universal, no influye su masa) + fuerza de lanzamiento (medido en Newtons) = Relax» reduce suficientemente su enfado. Sin embargo, aquel día parecía demasiado afectado.
-Ese bolígrafo lleva conmigo desde que soy director. Lo compré en un viaje a Roma. Ahora descansa en el suelo fragmentado en 1000 pedacitos. Destrozado.
Don Lugardo se sentó y se quedó contemplando el celeste durante unos minutos. Creo que comenzábamos a preferir a su versión malhumorada.
-Podéis iros. ¡Espero no tener que veros hasta la semana que viene!
-Por supuesto Don Lugardo.
-Lo intentaremos Don Lugardo.
Aquel día descubrimos que el director también escondía un lado más sentimental. Al menos con sus bolígrafos.
¡Por cierto! Antes de que se me olvide. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia
Os dejo la historia anterior:
Un comentario sobre “LA HORA DE JOSÉ MARTÍNEZ”